Un fin de semana en San Sebastián
Texto: María Ducos
Fútbol, tenis, golf, aeromodelismo. Un fin de semana en el sector deportivo de San Sebastián.
No le teníamos mucha fe. Había amanecido gris y se asomaba una tormenta que parecía casi inmediata. Corrí la cortina de mi ventana todavía metida en la cama y pensé que una vez más pospondríamos nuestra ida a San Sebastián después de haberla planeado tanto. Veníamos de semanas agitadas de trabajo y lo único que queríamos era aire libre, mucho verde, cielo azul y un poco de deporte para aflojar nuestros músculos.
Le dimos una chance porque confiábamos en que despejaría y que esta vez podríamos acostarnos en el pasto mullido y disfrutar del sol. Al bajarnos del auto en el estacionamiento del Club House ya empezamos a arremangarnos los sweaters y a sacarnos las bufandas que traíamos; la leve brisa y la humedad del mediodía convertían al invierno en un otoño cálido. Suspiramos ante la inmensidad ondulada de miles de hectáreas de campo.
Las cortaderas rodean al Club House y delimitan este confortable refugio. En la terraza de baldosas blancas se despliegan varias mesas con sombrillas, ideales para comer en familia mientras los chicos se divierten en los juegos de madera. No sólo es lindo por fuera con sus paredes de piedra en completa armonía con los colores de su alrededor, adentro también guarda sus encantos porque cuenta con un lujo en su cocina.
Julio César Viola viene con una interesante carrera como chef que, después de haber sido pasante en La Bourgogne, uno de los mejores restaurantes de comida francesa en Buenos Aires, tuvo la posibilidad de hacer una experiencia excepcional en Dubái, en un restaurante de comida argentina. Julio llegó a San Sebastián organizando los caterings de una empresa deportiva. “Acá me tengo que quedar, no sé cómo pero me tengo que quedar” pensó ese día y así fue.
Sus platos además de ser exquisitos son económicos y tienen el plus de poder ser degustados frente a un paraíso que concentra naturaleza, tranquilidad y paz. Después del almuerzo un grupo de chicos se reúne frente a un metegol y la cancha de fútbol se llena de camisetas de todos los colores. Más allá, un drive, un revés y una bolea son los tres ejercicios que repite un grupo de chicas que toma clases de tenis. Las canchas de polvo de ladrillo son el hábitat de Alejandro, el profesor de tenis que encontró en San Sebastián un público cautivo para enseñar el deporte de la raqueta.
Y como la arena se puede convertir en el mejor gimnasio, más allá, debajo de unos árboles que dan buena sombra se ubican unos areneros con circuitos de postas para los más deportistas. Puede ser un excelente entrenamiento previo a los treinta minutos iniciales del torneo de fútbol que armaron los propietarios del barrio, donde amigos de amigos se fueron sumando, cada uno con su equipo, y se logró organizar un gran campeonato.
El aeromodelismo también tiene su espacio. Hoy San Sebastián es un lugar de encuentro para volar aviones no tripulados y desplegar toda la fascinación que encierra este interesante pasatiempo.
Con el último sol en el horizonte y antes de partir, pasamos por la joya de San Sebastián: su cancha de golf. La ondulada alfombra verde con numerosos desniveles obliga a los jugadores a un gran desafío técnico y táctico donde se prueba su talento. Este paraíso tiene una particularidad: no te deja ir tan fácil, no te suelta sin antes sumirte en el placer del aroma del pasto recién cortado, en el entusiasmo de practicar deportes con amigos y en la tranquilidad del descanso familiar.
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